Primeros
fabricantes de juguetes en Argentina.
TEXTO DE Daniela Pelegrinelli.
La industria de juguetes en nuestro país comenzó tímidamente en
pequeños, y a veces precarios, talleres que fueron creciendo hasta dar origen,
en los primeros años de la década de
Hacia 1926 el
italiano Ricardo Fazzini da inicio a su producción de caretas y artículos de cotillón
que dieron lugar con el paso del tiempo a títeres, muñecos y dominguillos de
papel maché de diseño absolutamente original. Si bien por esos años la mayoría
de los juguetes que circulaban eran importados, los juegos de sociedad, por sus
características, requerían de adaptaciones que alentaron su fabricación en el
país. En 1931 el español Baqués Parera y sus dos hijos comenzaron a elaborar
juegos con la marca Cascabel, sumándolos a su tradicional surtido de naipecitos
de juguete. Pero ellos no son los únicos que comienzan a introducir en el
mercado productos de papel y cartón de su propia factura hasta llegar a
competir con los importados; tampoco son los únicos inmigrantes que incorporan
a esta incipiente industria las técnicas y saberes que traen de sus países de
origen.
En 1936, huyendo de Alemania, llega Guillermo Stadecker. Vuelca su
experiencia como obrero en una fábrica de juguetes alemana en una línea de
juegos de sociedad que sale al mercado el 1 de abril de 1937. Este primer
juego, un rompecabezas con el mapa de Argentina, inaugura los Juegos Mundial.
Ese mismo año, la imprenta y cartonería Casa Estanciero crea el Estanciero,
versión vernácula del Monopoly, que constituye sin duda un símbolo de nuestro
pasado latifundista.
Si bien rodados y juegos de sociedad parecen liderar los comienzos
de esta industria, también se producen otros tipos de juguetes en
Sin embargo, no todo
son juguetes para niñas. Entre 1924 y 1935 la firma Giró y Dagá fabrican
soldados de plomo semiplanos y macizos con la marca Notifixis,
y Moisés Belous, apenas llegado a nuestro país, en 1925, produce su larga serie
de soldaditos Plombel. Hacia 1933, del taller que el ebanista Angel Guisado
tenía en Flores salieron los primeros billares para niños.
En 1935 la firma
Matarazzo irrumpe en el mercado. Su notable organización comercial y la calidad
de sus juguetes de hojalata litografiada la convierten en una de las más
importantes de nuestra industria. A su variado surtido de productos agrega los
de muchos pequeños fabricantes que distribuye en todo el país utilizando su
propia flota de camiones y ampliando notablemente la presencia de juguetes en
el interior. El volumen de producción de Matarazzo puede apreciarse al observar
la cantidad de juguetes que han perdurado hasta nuestros días. También a
mediados de la década de 1930, Manuel Hojman, cuya metalúrgica había sido
fundada en 1906, lanza sus alcancías, calesitas y otros juguetes de chapa
esmaltada y sin esmaltar. Estos juguetes -que con los años serían de hojalata
litografiada y llevarían la marca OMA- han acompañado a varias generaciones de
niños hasta el cierre de la fábrica, a principios de 1980.
Los primeros años de
la década de 1940 preanuncian el crecimiento que esta industria habría de tener
durante los siguientes quince años.
Si bien durante la segunda mitad de la década de 1930 el proceso de
sustitución de importaciones había acelerado el surgimiento de fábricas y de
pequeños talleres, gran parte de los juguetes que circulaban en el país hasta
1940 seguían siendo extranjeros. La escasez de canales de distribución que
abarcaran el territorio nacional y de comercios específicos que favorecieran
las ventas durante todo el año -y no solo en el período de fiestas-, además,
por supuesto, del precio, restringían el acceso a los juguetes de amplios
sectores de la población. Recordemos que hasta aquel entonces los juguetes eran
considerados artículos de excepción, aun de lujo, y no solían formar parte de
la vida cotidiana de la mayoría de los niños.
Para que esto
empiece a cambiar han de combinarse varios factores que alimentan una
transformación paulatina aunque fundamental. Nuevas tendencias en la crianza y
en el modo de concebir las necesidades infantiles se suman a la creciente
disponibilidad de los juguetes mismos como consecuencia directa, entre otros
motivos, del estallido de
En 1945 se funda
Es también en estos
primeros años de 1940 cuando alcanzan fuerte presencia en el mercado los
singulares autos y camiones de madera desarmables El Pibe, producidos en el
taller de tornería mecánica que Curvenaldo Laratro había establecido diez años
antes. Hacia 1942, Loreto Ranalletta, Vicente Carrino y Francisco Bercesi
manufacturan caretas de papel maché y juguetes en un pequeño taller de
En 1942 Sergio
Timone concibe El Cerebro Mágico, lo produce con Balbachán, a quien finalmente
lo vende; luego se asocia a Ema del Giorgio para fundar Bili, de donde surge
uno de los muñecos más encantadores de nuestra industria: el Bebé Bili.
En el mundo de las
miniaturas de plomo, irrumpe en 1944 uno de los juguetes clásicos del período:
la autóctona Granja de Don Fabián, creada por Ezio Guggiari para su marca EG
Toys.
En 1945, la firma
rosarina Herchamet dio origen a la marca Uno. Sus camiones y autos de madera
desarmables conjugan, al igual que los ya mencionados de El Pibe, un alto nivel
de resolución técnica, excelente factura y diseño.
Mientras tanto
Matarazzo instala depósitos en el interior y mediante una agresiva política de
comercialización --que se verá favorecida por ciertas regulaciones del
gobierno, como la que obligaba a los comercios en época de fiestas a disponer
de "juguetes económicos"-- llega hasta los lugares más remotos del
país.
En 1946 tiene lugar
un hecho inédito: el gobierno peronista establece, como parte de las políticas
destinadas a la infancia, el reparto masivo de juguetes. Los juguetes entran
por primera vez en muchos hogares, y la demanda estatal que se renueva cada año
impulsa el desarrollo de la industria.
Este vínculo
fundacional entre políticas públicas, infancia y juguetes promovió, como
sabemos, a los niños argentinos a la categoría de privilegiados.
Anteriormente nos
referimos al nivel de desarrollo y estructura productiva que había alcanzado la
industria juguetera hacia 1946. Ése fue el sustrato tecnológico que hizo
posible el reparto de juguetes llevado a cabo por el gobierno peronista,
inédito en nuestro país en cuanto a sus alcances. A su vez, y en un movimiento
que vuelve sobre sí mismo, la demanda que se sostuvo desde el Estado fue
fundamental para consolidar la industria. La distribución de millones de
juguetes en distintas y numerosas ocasiones pero sobre todo para Navidad y
Reyes, formó parte de las políticas orientadas a mejorar la situación infantil
y fue patrocinada fundamentalmente por Eva Perón.
En un comienzo, antes de la creación de
A lo largo de ocho años -entre
Las políticas que buscaban facilitar el acceso de
los niños a estos artículos no se circunscribieron a los repartos: a través de
Sin duda estas medidas favorecieron también a la
industria juguetera porque abrió nuevos canales de comercialización y amplió
notablemente el segmento de compradores potenciales. De todas maneras, creemos
que el solo hecho de que el Estado fuese el comprador principal implicó de por
sí un gran impulso. Muchos pequeños fabricantes se sostenían casi
exclusivamente por ser proveedores del Estado, o se consolidaron y expandieron
gracias a la existencia de esa fuente segura de recursos que se renovaba cada
año. Se podría pensar que al cesar estas facilidades, cuando el gobierno
peronista fue derrocado, la industria juguetera decayó. Sin embargo, después de
1955, más exactamente en los últimos años de la década del cincuenta, comenzó
su período dorado. La aparición de nuevos materiales, como el plástico, que
habrían de revolucionarla; el capital adquirido luego de esos años de trabajo;
el aprendizaje logrado a fuerza de tener que responder a una demanda exigente;
pero sobre todo un reconocimiento de los juguetes como parte indispensable del
bienestar infantil y una ya arraigada práctica de comprarlos, fueron los
pilares sobre los que se edificó el segundo período de expansión de la industria
juguetera en nuestro país.
En suma, durante el gobierno peronista se
estableció una relación inédita entre el Estado, la infancia y los juguetes.
Por un lado se produjo un cambio radical y definitivo con relación a estos
últimos: se convirtieron en una presencia cotidiana en la vida de los niños,
instalando de allí en más la idea de que ellos los necesitaban y tenían derecho
a poseerlos. Por el otro, al ser promovido por el mismo gobierno, el regalo
hizo a esos niños destinatarios de un legado político, en tanto iba acompañado
de un discurso específico que llegaba a través de mensajes radiales y de las
mismas viñetas. Los niños fueron incluidos, indudable e inevitablemente, en el
proyecto nacional y su gratitud tomó la forma de un deber cívico; fueron llamados
a convertirse en la vanguardia política del futuro -tal como Eva Perón
subrayaba en muchos de sus discursos- y los juguetes representaron ese derecho
y ese deber. Las políticas peronistas centradas en los repartos de juguetes
estuvieron sometidas a esta tensión constante entre los beneficios otorgados a
una infancia que por primera vez es interpelada como sujeto político, por
tanto, capaz de convertirse en continuadora de un proyecto nacional, y las
prerrogativas provenientes de esos mismos beneficios. La fuerza que los
juguetes regalados tuvieron en la conformación de un imaginario generacional,
la indudable presencia de una carga simbólica de la que era difícil sustraerse
más allá del uso que se les diera al jugar, pueden tener algo que decirnos sobre
el trazado que delineó el mapa político del país en las décadas siguientes.
Porque... ¿cómo se olvida a quien fue capaz de comprender el ansia que los
inalcanzables juguetes de una vidriera pueden despertar cuando uno es niño?
viernes, 3 de junio de 2016
LOS JUGUETES ARGENTINOS
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